Piscinas enormes, zonas de interior con distintas temperaturas, composiciones químicas y propiedades minerales (de hecho no echaban cloro en el agua y eso que allí había cientos, incluso miles de turistas)
Por unos 3.000 florines, que son unos 12 euros, entramos. Nos habían recomendado que buscasemos unos masajistas con ceguera, que daban unos masajes de impresión, pero como no los encontrábamos y nos habíamos hecho a la idea, nos fuimos a un sitio dentro del balneario donde todos nos dimos un masaje tradicional tailandes con aceites durante media hora, y aunque algunos se llevaron un susto cuando descubrieron que las mujeres que nos daban el masaje no eran precisamente tan jóvenes y resultonas como en el folleto publicitario, al fin de al cabo eran tailandesas de verdad y he de reconocer que eran bastante buenas ( a mi me quitaron los dolores de espalda, cuello y cabeza de tanta mochila para Arriba y para abajo)
Como cosa curiososa, las saunas de 90-100 grados centígrados, los hombres jugando al ajedrez entre el vapor de agua de la gran piscina exterior a 37 grados o la intensa lluvia que se puso a caer durante todo nuestro baño exterior.
Como todo balneario que se preste, siempre sales con esa sensación entre relax, sueño y hambre, que afrontamos con una cena de productos típicos húngaros; pez gato con salsa ratatuille, medallones de pato o sopa de goulash, todo excesivamente picante debido al ingrediente estrella de los húngaros: el paprika.
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